lunes, 12 de agosto de 2019

2 REYES. CAPÍTULO 9.

Jehú, ungido rey 

91El profeta Eliseo llamó a uno de la comunidad de profetas y le ordenó:
-Átate el cinturón, toma en la mano esta aceitera y vete a Ramot de Galaad. 2Cuando llegues, busca a Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsí; entras, lo haces salir de entre sus camaradas y lo llevas a una habitación aparte. 3Toma la aceitera y derrámasela sobre la cabeza, diciendo: <<Así dice el Señor: Te unjo rey de Israel>>. Luego abres la puerta y escapas sin más.
4El joven profeta marchó a Ramot de Galaad. 5Al llegar, encontró a los generales del ejército reunidos, y dijo:
-Te traigo un mensaje, mi general.
Jehú preguntó:
-¿Para quién de nosotros?
Respondió:
-Para ti, mi general.
6Jehú se levantó y entró en la casa. El profeta le derramó el aceite sobre la cabeza y le dijo:
-Así dice el Señor, Dios de Israel: Te unjo rey de Israel, el pueblo del Señor. 7Derrotarás a la dinastía de Ajab, tu señor; en Jezabel vengaré la sangre de mis siervos, los profetas, la sangre de los siervos del Señor; 8perecerá toda la casa de Ajab; extirparé de Israel a todos los hombres de Ajab: a todo el que mea a la pared, esclavo o libre. 9Trataré a la casa de Ajab como a la de Jeroboán, hijo de Navat, y como la de Basá, hijo de Ajías. 10Y a Jezabel la comerán los perros en el campo de Yezrael, y nadie le dará sepultura.
Luego abrió la puerta y escapó.
11Jehú salió a reunirse con los oficiales de su Señor. Le preguntaron:
-¿Buenas noticias? A qué ha venido ese loco?
Les respondió:
-Ya conocéis a ese hombre y lo que anda hablando entre dientes.
12Le dijeron:
-¡Cuentos! Explícate.
Jehú entonces les dijo:
-Me ha dicho a la letra: <<Así dice el Señor: Te unjo rey de Israel>>.
13Inmediatamente tomó cada uno su manto y lo echó a los pies de Jehú sobre los escalones. Tocaron la trompa y aclamaron:
-¡Jehú es rey!
14Entonces Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsí, organizó una conspiración contra Jorán de esta manera: Jorán estaba con todo el ejército israelita, defendiendo Ramot de Galaad contra Jazael, rey de Siria, 15pero se había vuelto a Yezrael para curarse las heridas recibidas de los sirios en la guerra contra Jazael de Siria. Jehú dijo:
-Si os parece bien, que no salga nadie de la ciudad a llevar la noticia a Yezrael.
16Montó y marchó a Yezrael, donde estaba Jorán en cama. Ocozías de Judá había ido a hacerle una visita. 17El vigía, en pie sobre la torre de Yezrael, vio al grupo de Jehú, que se acercaba, y dijo:
-Veo un tropel de gente.
Jorán ordenó:
-Busca un jinete y mándalo al encuentro a preguntarles si traen buenas noticias.
18El jinete salió a su encuentro, y dijo:
-El rey pregunta si traéis buenas noticias.
Jehú contestó:
-¿Qué te importan las buenas noticias? ¡Ponte ahí detrás!
El centinela anunció:
-El mensajero ha llegado a donde ellos y no vuelve.
19El rey mandó entonces otro jinete, que al llegar a ellos dijo:
-El rey pregunta si traéis buenas noticias.
Jehú contestó:
-¿Qué te importan las buenas noticias? ¡Ponte ahí detrás!
20El centinela anunció:
-Ha llegado adonde ellos y no vuelve. Y la forma de guiar es la de Jehú, hijo de Nimsí, porque guía a lo loco.
21Jorán ordenó:
-¡Engancha!
Engancharon el carro, y Jorán de Israel y Ocozías de Judá salieron, cada uno en su carro, al encuentro de Jehú. Lo alcanzaron junto a la heredad de Nabot, el de Yezrael, 22y Jorán, al verlo, preguntó:
-¿Buenas noticias, Jehú?
Jehú respondió:
-¿Cómo va a haber buenas noticias mientras Jezabel, tu madre, siga con sus ídolos y brujerías?
23Jorán volvió a grupas para escapar, diciendo a Ocozías:
-¡Traición, Ocozías!
24Pero Jehú ya había tensado el arco, y aseteó a Jorán por la espalda. La flecha le atravesó el corazón, y Jorán se dobló sobre el carro. 25Jehú ordenó a sus asistente, Bidcar:
-Agárralo y tíralo a la heredad de Nabot, el Yezrael; porque recuerda que cuando tú y yo cabalgábamos juntos siguiendo a su padre, Ajab, el Señor pronunció contra él este oráculo: 26<<Ayer vi la sangre de Nabot y de sus hijos, oráculo del Señor. Juro que en la misma heredad te daré tu merecido, oráculo del Señor>>. Así que agárralo y tíralo a la heredad de Nabot, como dijo el Señor.
27Al ver esto Ocozías de Judá tiró por el camino de Bet Haggán*. Pero Jehú lo persiguió, diciendo:
-¡También a él!
Lo hirieron en su carro, por la cuesta de Gur, cerca de Yiblán. 28Pero logró huir a Meguido, y allí murió. Sus siervos lo llevaron en un carro a Jerusalén, y lo enterraron en la sepultura familiar, en la Ciudad de David; 29había subido al trono de Judá el año once de Jorán, hijo de Ajab.
30Jehú llegó a Yezrael. Jezabel, que se había enterado, se sombreó los ojos, se arregló el pelo y se asomó al balcón. 31Y cuando Jehú entraba por la puerta, Jezabel le dijo:
-¿Qué tal, Zimrí, asesino de su señor?
32Jehú levantó la vista al balcón y preguntó:
-¿Quién se pone de mi parte?
¿Quién? 
33Se asomaron dos o tres eunucos, y Jehú ordenó:
-¡Abajo con ella!
La tiraron; su sangre salpicó la pared y a los caballos, que la pisotearon. 34Jehú entró, comió y bebió, y luego dijo:
-Haceos cargo de esa maldita y enterradla, que, al fin y al cabo, es hija del rey.
35Pero cuando fueron a enterrarla, sólo encontraron la calavera, los pies y las manos. Volvieron a informarle, 36y Jehú comentó:
-Se cumple la palabra que dijo Dios a su siervo Elías, el tesbita: <<En el campo de Yezrael comerán los perros la carne de Jezabel; 37 su cadáver será como estiércol en el campo, y nadie podrá decir: ésa es Jezabel>>.

Explicación.

CICLO DE JEHÚ

Comienza una nueva etapa en la historia del Reino de Israel. El narrador concede gran espacio a la rebelión de Jehú. 

La situación de la política internacional continúa aproximadamente la misma: los ejércitos de Asiria repasan los territorios de Siria hacia occidente, asustando y debilitando periódicamente a Damasco. Siria continúa su política de agresión contra Israel en los momentos libres, procurando conservar las posiciones ganadas, cuando no puede atacar. Judá vive en paz con Israel, aunque debilitada por las pérdidas al sur.

La situación interna del Reino de Israel es todavía de una profunda división religiosa y política. No se pueden separar estos dos elementos: si a nosotros nos cuesta distinguirlos desde nuestra distancia, los que los vivieron los sintieron como un hecho unitario. En Israel había dos partidos: el baalista y el yahvista. De parte de Baal estaba ante todo la reina madre, Jezabel: si dominaba con su influjo nefasto a su marido, no parece que sus hijos hayan intentado oponerse o resistirse. El otro partido defendía la tradición yahvista, pura y exclusiva por constitución. Elías había sido el gran animador del movimiento, Eliseo y otros profetas habían recogido su herencia, parte del pueblo los seguía, y también en las filas del ejército había fieles "que no habían doblado la rodilla ante Baal". Si para Elías el yahvismo, la religión, era lo primero y lo único, para otros la política pesaba otro tanto, y la ambición se mezclaba a las buenas intenciones religiosas. De modo que es imposible decidir en un caso si la religión era pretexto para la ambición política o si se ponía el poder al servicio de la religión.

Al partido yahvista se sumó un movimiento restringido, que conocemos por el testimonio de Jeremías, unos siglos más tarde (Jr 35), probando su vitalidad y persistencia. Era el movimiento de los recabitas, fundado quizá por Recab en tiempo de Elías, y cuyo jefe entonces era Jonadab. Su ideal era la vida monástica sencilla, en la que se mantenía un yahvismo puro; renegaban de la cultura agrícola y urbana, vivían en tiendas, no bebían vino. El grupo tenía fuerza como testimonio vivo y austero del yahvismo, y se ve que tenía prestigio entre el pueblo. Una revolución tenía que contar con ellos.

En el momento en que comienza la historia, el ejército se encuentra asediando a Ramot de Galaad, la corte se encuentra en la capital, el rey está en la cama en Yezrael convaleciendo de heridas recibidas en combate; y el rey de Judá está con él.

9,1-3 Todo se pone en movimiento por la acción de Eliseo, dando instrucciones muy precisas a su enviado: una serie menuda de acciones que quieren conjugar la rapidez con el secreto, y culminan en el rito de la unción y las palabras de la consagración real. La irrupción de ese profeta anónimo será un instante que ponga en marcha una historia.

9,3 1 Re 19,15.

9,6 1 Sm 10,1; 16,13.

9,7 1 Re 18,4; Sal 79.

9,8 1 Re 14,10.

9,10 1 Re 21,23.

9,9-10 En la ejecución del mandato el autor posterior ha amplificado las palabras escuetas de la consagración, añadiendo un oráculo con fórmulas y elementos ya conocidos. Con esta adición, la represión sangrienta de Jehú queda acogida a una palabra profética.

9,13 La revuelta de un general no es cosa nueva en la historia del Reino de Israel, de modo que los generales aceptan sin discusión, se diría con entusiasmo, el nuevo nombramiento. Empieza la cuarta dinastía a los noventa años de la separación del Reino de Israel.

9,14 Como desapareció el profeta anónimo, desaparece de la escena Eliseo. Ahora toda la iniciativa la concentra Jehú.

9,16-20 Conocemos ya la técnica narrativa del vigía (rebelión de Absalón, noticia de su muerte). El narrador se coloca en un punto que domina los dos escenarios. El rápido acercarse tensa la expectación; cada mensajero que se pone detrás de Jehú es un paso más en la defección del pueblo; hasta que el rey se queda solo y tiene que afrontar personalmente la situación. "Buenas noticias" se expresa en hebreo con la palabra shalom, y se podría interpretar "¿vienes en son de paz?" El rey pregunta noticias sobre la guerra y el asedio de Ramot.

9,22 Jehú caracteriza la idolatría de Jezabel con el término hebreo metafórico "fornicación o adulterio", que hará fortuna en la predicación profética. "Brujerías" puede referirse a prácticas específicas, y puede ser un modo infamante de designar sus prácticas religiosas. En el momento del encuentro decisivo, Jehú ampara su rebelión bajo la lucha religiosa: el yahvismo no puede conceder paz al baalismo, porque el Señor no tolera otros dioses frente a sí.

9,27 El traslado de los restos pudo hacerse más tarde; si el autor los menciona aquí, es para que veamos la oposición de los dos destinos: los dos reyes mueres asesinados, sólo el de Judá recibe sepultura real.

*= Casalhuerto.

9,30 Quedaba Jezabel, madre de Jorán y suegra de Ocozías; sería entonces una mujer de más de cincuenta años. No puede o no quiere huir a Fenicia para refugiarse en su país nativo. Se dispone a afrontar a Jehú con sus propios medios, con dignidad de consorte real.

9,31 Llamarle Zimrí es recordarle el fracaso del rey que reino siete días y murió en el incendio de su palacio (1 Re 16,15-22): mitad burla, mitad amenaza. Naturalmente, si Jehú la toma por esposa, podría legitimar su título real. En las palabra de Jezabel no se escucha nada de tal pretensión; y si al arreglarse lo pretendía, las palabras contradicen o invalidan tal pretensión. Su actitud se interpreta mejor como gesto soberbio y valiente.

9,32 Comienza la serie que continúa en 10,6.15. Cfr. 9,19s.

9,33 Los eunucos que debían protegerla se vuelven sus verdugos. La caída de la reina balcón abajo es un símbolo de la caída de toda una política religiosa. Su muerte cruel no desmerece de su cruel persecución de profetas ni del asesinato de Nabot.

9,36 1 Re 21,23.

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