lunes, 12 de agosto de 2019

2 REYES. CAPÍTULO 7.

71Eliseo respondió:
-Oye la palabra del Señor. Así dice el Señor: <<Mañana a estas horas siete litros de flor de harina valdrán diez gramos, y catorce litros de cebada diez gramos en el mercado de Samaría>>.
2El valido del rey, que ofrecía su brazo al soberano, le replicó:
-Suponiendo que el Señor abriese las compuertas del cielo, ¿se cumpliría esa profecía?
Eliseo le respondió:
-¡Lo verás, pero no lo catarás!
3Junto a la entrada de la ciudad había cuatro hombres leprosos. Y se dijeron:
4-¿Qué hacemos aquí esperando la muerte? SI nos decidimos a entrar en la ciudad, moriremos dentro, porque aprieta el hambre; y si nos quedamos aquí, moriremos lo mismo. ¡Venga, vamos a pasarnos a los sirios! Si nos dejan con vida, viviremos; y si nos matan, nos mataron.
5Al oscurecer se pusieron en camino hacia el campamento sirio. Llegaron a las avanzadas del campamento, y...¡allí no había nadie! 6(Es que el Señor había hecho oír al ejército sirio un fragor de carros y caballos, el fragor de un ejército poderoso, y se habían dicho unos a otros:
<<-¡El rey de Israel ha pagado a los hititas y a los egipcios para atacarnos!>>. 7Y así, al oscurecer, abandonando tiendas, caballos, burros y el campamento tal como estaba, emprendieron la fuga para salvar la vida).
8Los leprosos llegaron a las avanzadas del campamento; entraron en una tienda, comieron y bebieron; se llevaron plata, oro y ropa, y fueron a esconderlo. Luego volvieron, entraron en otra tienda, se llevaron más cosas de allí y fueron a esconderlas. Pero comentaron:
-Estamos haciendo algo que no está bien. Hoy es un día de alegría. Si nos callamos y esperamos a que amanezca, resultaremos culpables. ¡Venga! Vamos a palacio a avisar.
10Al llegar, llamaron a los centinelas de la ciudad y les informaron:
-Hemos ido al campamento sirio, y allí no hay nadie ni se oye a nadie; sólo caballos atados, burros atados y las tiendas tal como estaban.
11Los centinelas gritaron, transmitiendo la noticia al interior de palacio. 12El rey se levantó de noche y comentó con sus ministros:
-Voy a deciros lo que nos han organizado los sirios: como saben que pasamos hambre se han ido del campamento a esconderse en el descampado, pensando que cuando salgamos nos apresarán vivos y entrarán en la ciudad.
13Entonces uno de los ministros propuso:
-Que agarren cinco caballos de los que quedan en la ciudad, y los mandamos a ver qué pasa; total, si se salvan, serán como la tropa que todavía vive; si mueren, serán como los que ya han muerto.
14Eligieron dos jinetes, y el rey les mandó seguir al ejército sirio, encargándoles:
-Id a ver que pasa.
15Ellos los siguieron hasta el Jordán: todo el camino estaba sembrado de ropa y material abandonado por los sirios al huir a toda prisa. Volvieron a informar al rey. 16Y entonces toda la gente salió a saquear el campamento sirio. Y siete litros de flor de harina se pagaron a diez gramos, y catorce de cebada a diez gramos también, como había dicho el Señor.
17El rey había encargado vigilar la entrada a su valido, el que le ofrecía el brazo. La gente lo pisoteó al salir por la puerta, y murió, como había dicho el profeta cuando el rey fue a verlo. 18Pues cuando el profeta dijo al rey que al día siguiente, a la misma hora, catorce litros de cebada valdrían diez gramos, y siete litros de flor de harina diez gramos en el mercado de Samaría, 19el valido le replicó que, aun suponiendo que el Señor abriese las compuertas del cielo, aquella profecía no se cumpliría, y entonces Eliseo le dijo: <<¡Lo verás, pero no catarás!>>. 20Eso fue lo que pasó: la gente lo pisoteó en la entrada, y murió.

Explicación.

7,1 En la hondura de esa desesperación resuena, retumba, el oráculo de Eliseo.

7,2 Ex 16.

7,3 Se trata de enfermos incurables y contagiosos que, según la ley (Lv 13,45), han de vivir fuera de la ciudad. Los sitiadores los consideran inofensivos en términos militares. Precisamente por estos enfermos sin remedio llegará la salvación. Porque en su situación física y social desesperada conservan la lucidez para discurrir, incluso con refinamiento casuístico; y la misma situación les da fuerzas para arriesgarse: el último riesgo puede traer la salvación.

7,4 Lam 2,12.19.

7,6-7 El narrador vuelve atrás explicando por causas sobrehumanas el hecho. Situaciones semejantes no son raras en las narraciones antiguas. Lo extraño es que en la huida abandonasen caballos y burros.

7,8 Volvemos a los enfermos incurables, abandonados en el momento del descubrimiento: de repente, los agudos razonadores despliegan una actividad febril, que el autor expresa acumulando verbos (diez verbos en diecisiete palabras).

7,9 Saciados de comer y cansados de trabajar, recobran la lucidez y, lo que es más importante, se acuerdan de sus paisanos encerrados y famélicos.

7,10-14 En plena noche se reúne un consejo urgente. La interpretación pesimista del rey es razonable, apoyada sobre todo en el hecho de que hayan dejado el campamento como estaba: ¿qué sentido tendría una fuga precipitada?; el dato de los burros y caballos podría tener aquí su valor: no se huye dejándolos atados. Pero uno de los ministros se apoya también en la situación desesperada para proponer una inspección atrevida.

7,11 Jue 8.

7,13 El texto hebreo es dudoso.

7,16 El desenlace repite el oráculo de Eliseo. El cumplimiento de la profecía es para el narrador el verdadero desenlace.

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