lunes, 12 de agosto de 2019

2 REYES. CAPÍTULO 4.

Milagros de ELiseo (1 Re 17,13-16)

41Una mujer, esposa de uno de la hermandad de profetas, suplicó a Eliseo:
-Mi marido, servidor tuyo, ha muerto. Y tú sabes que era hombre religioso. Pero el acreedor ha venido a llevarse a mis dos hijos como esclavos.
2Eliseo le dijo:
-¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa.
Respondió ella:
-Todo lo que tengo en casa es una botella de aceite.
3Entonces Eliseo le dijo:
-Anada, pídele a tus vecinas vasijas vacías en abundancia. 4Entras luego en casa, te cierras por dentro con tus hijos y vas echando aceite en todas las vasijas; según las llenas, las vas poniendo aparte.
5La mujer se fue. Cuando se cerró por dentro con sus hijos, ellos le acercaban las vasijas y ella iba echando aceite. 6Se llenaron todas, y pidió a uno de los hijos:
-Acércame otra.
Él contestó:
-Ya no hay más.
7Entonces dejó de correr el aceite. Ella fue a decírselo al profeta, y éste le dijo:
-Anda a vender el aceite, paga a tu acreedor y tú y tus hijos vivid de lo que sobre.

El  hijo de la sunamita (1 Re 17,17-24)

8Un día pasó Eliseo por Sunán. Había allí una mujer rica que le obligó a comer en su casa; después, siempre que él pasaba, entraba allí a comer. 9Un día dijo la mujer a su marido:
-Mira, ese que viene siempre por casa es un profeta santo. 10Si te parece, le hacemos en la azotea una habitación pequeña de fábrica; le ponemos allí una cama, una mesa, una silla y un candil, y cuando venga a casa, podrá quedarse allí arriba.
11Un día que Eliseo llegó a Sunán, subió a la habitación de la azotea y durmió allí. 12Después dijo a su criado, Guejazí:
-Llama a la sunamita.
13La llamó y se presentó ante él. Entonces Eliseo habló a Guejazí:
-Dile: Te has tomado todas estas molestias por nosotros. ¿Qué puede hacer por ti? Si quieres alguna recomendación para el rey o el general...
Ella dijo:
-Yo vivo con los míos.
14Pero Eliseo insistió:
-¿Qué podríamos hacer por ella?
Guejazí comentó:
-Qué se yo. No tiene hijos y su marido es viejo.
15Eliseo dijo:
-Llámala.
16La llamó. Ella se quedó junto a la puerta y Eliseo le dijo:
-El año que viene por estas fechas abrazarás a un hijo.
Ella respondió:
-Por favor, no, señor, no engañes a tu servidora.
17Pero la mujer concibió, y dio a luz un hijo al año siguiente por aquellas fechas, como le había predicho Eliseo. 18El niño creció. Un 19día fue a donde su padre, que estaba con los segadores, y dijo:
-¡Me duele la cabeza!
Su padre le dijo a un criado:
-Llévalo a su madre.
20El criado lo cogió y se lo llevó a su madre; ella lo tuvo en sus rodillas hasta el mediodía, y el niño murió. 21Lo subió y lo acostó en la cama del profeta. Cerró la puerta y salió. 22Llamó a su m arido y le dijo:
-Haz el favor de mandarme un criado y una burra; voy a ir corriendo a donde el profeta y vuelvo en seguida.
23Él le dijo:
-¿Por qué vas a ir hoy a visitarlo si no es luna nueva ni sábado?
Pero ella respondió:
-Hasta luego.
24Hizo aparejar la burra y ordenó al criado:
-Toma el ronzal y anda. No aflojes la marcha si no te lo digo.
25Marchó, pues, y llegó a donde estaba el profeta, en el monte Carmelo. Cuando Eliseo la vio venir, dijo a su criado Guejazí:
26-Allí viene la sunamita. Corre a su encuentro y pregúntale qué tal están ella, su marido y el niño.
Ella respondió:
-Estamos bien.
27Pero al llegar junto al profeta, en lo alto del monte, se abrazó a sus pies. Guejazí se acercó para apartarla, pero el profeta le dijo:
-Déjala, que está apenada, y el Señor me lo tenía oculto sin revelármelo.
28Entonces la mujer dijo:
-¿Te pedí yo un hijo? ¡Te dije que no me engañaras!
29Eliseo ordenó a Guejazí:
-Cíñete, toma mi bastón y ponte en camino; si encuentras a alguno no lo saludes y si te saluda alguno no le respondas. Y coloca mi bastón sobre el rostro del niño.
30Pero la madre exclamó:
-¡Vive Dios! Por tu vida, no te dejaré.
31Entonces Eliseo se levantó y la siguió. MIentras tanto, Guejazí se había adelantado y había puesto el bastón sobre el rostro del niño, pero el niño no habló ni reaccionó. Guejazí volvió al encuentro de Eliseo y le comunicó:
-El niño no se ha despertado.
32Eliseo entró en la casa y encontró al niño muerto tendido en su cama. 33Entró, cerró la puerta y oró al Señor. 34Luego subió a la cama y se echó sobre el niño, boca con boca, ojos con ojos, manos con manos, encogido sobre él; la carne del niño fue entrando en calor. 35Entonces Eliseo se puso a pasear por la habitación, de acá para llá; subió de nuevo a la cama y se encogió sobre el niño, y así hasta siete veces; el niño estornudó y abrió los ojos. 36Eliseo llamó a Guejazí, y le ordenó:
-Llama a la sunamita.
La llamó, y cuando llegó le dijo Eliseo:
-Toma tu hijo.
37Ella entró y se arrojó a sus pies, postrada en tierra. Luego tomó a su hijo y salió.
38Cuando Eliseo volvió a Guilgal, se pasaba hambre en aquella región. La comunidad del profeta estaba sentada junto a él, y Eliseo ordenó a su criado:
-Pon la olla grande y cuece un caldo para la comunidad.
39Uno de ellos salió al campo a recoger unas hierbas; encontró unas uvas de perro, las arrancó, llenó el manto y, al llegar, las fue echando en el caldo sin saber lo que hacía. 40Cuando sirvieron la comida a los hombres y probaron el caldo, gritaron:
-¡Profeta, esto sabe a veneno!
Y no pudieron tragarlo.
41Entonces Eliseo ordenó:
-Traedme harina.
La echó en la olla, y dijo:
-Sirve a la gente, que coman.
Y el caldo ya no sabía mal.
42Uno de Baal Salisá vino a traer al profeta el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente en la alforja. Eliseo dijo:
-Dáselos a la gente, que coman.
43El criado replicó:
-¿Qué hago yo con esto para cien personas?
Eliseo insistió:
-Dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: Comerán y sobrará.
44Entonces el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor.

Explicación.

4,1-7 Los profetas vivían con sus familias en comunidades o hermandades. Eliseo mantenía con ellos relaciones amistosas.

4,1 La religiosidad del marido es causa de bendiciones para la familia. Sobre la esclavitud para pagar deudas, véase Ex 21,7.

4,5-6 Es el primer milagro de multiplicación de alimentos que hace Eliseo, y se parece bastante al de Elías en Sarepta.

4,8-10 Sunán se encuentra cerca del monte Tabor. Hospedar a un profeta santo es un honor, y además una fuente de bendiciones. Mesa y silla son un lujo y también es para la mujer algo extraordinario una habitación personal construida en la azotea. La mujer quiere asegurarle su independencia al hombre santo.

4,11-12 Se ve que Eliseo es un profeta itinerante, reconocido por las comunidades locales y respetado en las altas esferas.

4,16 La expresión hebrea indica el proceso vital "en esta fecha, según el tiempo de la vida". Algo parecido prometió el sacerdote Elí a Ana. La mujer siente miedo de entregarse a la ilusión y la esperanza de lo que más desea; sería demasiado bello, y una desilusión en ese punto sería trágica.

4,20-22 Al parecer muere de insolación. Peor es haberlo perdido que no haberlo tenido.

4,24 Como otras veces, el relato está construido en dos tiempos, o en un repetido desdoblamiento: el criado y el profeta. Este recurso permite diferir el desenlace y subrayar su importancia. Si en otras ocasiones se busca la palabra profética, aquí encontramos una búsqueda apasionada del contacto, somo si la fuerza taumatúrgica estuviera encarnada en la carne del profeta. No tiene derecho éste a quedarse en las alturas, a despachar desde allí mensajeros, ni siquiera basta su bastón, en el que tradicionalmente reside un poder maravilloso (como en la vara de Moisés). No basta; la mujer se abraza a sus pies, desahogándose o cobrando confianza en el contacto silencioso. El profeta tendrá que llegar al contacto total con la carne inerte del niño, traspasándole su propio calor vital, en el que reside ahora la virtud milagrosa. La vida que no han podido conservarle las rodillas acogedoras de su madre, le vendrá otra vez del cielo. La resurrección del niño se presenta aquí con todo el realismo corpóreo. No es extraño que este pasaje se haya leído como símbolo de la vida que trae Cristo con su encarnación "en carne".

4,27 Sobre el silencio de Dios, véase Am 3,7.

4,28 La frase es un reproche y una acusación; un juego de palabras marca la oposición de pedir y engañar. El engaño consiste en haber creado esperanza y amor materno para que desembocase en el engaño final de la muerte.

4,29 Los saludos podían ser asunto largo, y el remedio urgía.

4,32 En su propia habitación, acostado en su propio lecho, el cadáver es como el cuerpo del delito.

4,33-35 El estornudo (traducción dudosa; otros leen "bostezos") indica que algo se agita dentro del niño; y el abrir los ojos es como ser dado a luz de nuevo. Por segunda vez Dios le da el hijo a la mujer.

4,42-44 El otro milagro es una multiplicación de panes. La semejanza con el relato evangélico es patente (Mt 14), sobre todo por la pregunta del criado. Esta vez el profeta pronuncia un oráculo. Y ya tenemos a Eliseo dispensador de agua y pan y aceite, como una bendición de Dios ambulante.

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