lunes, 12 de agosto de 2019

2 REYES. CAPÍTULO 25.

Caída de Jerusalén (Jr 52)

251Pero el año noveno de su reinado, el día diez del décimo mes, Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén con todo su ejército, acampó frente a ella y construyó torres de asalto alrededor. 2La ciudad quedó sitiada hasta el año once del reinado de Sedecías, el día noveno del mes cuarto. 3El  hambre apretó en la ciudad, y no había pan para la población. 4Se abrió brecha en la ciudad, y los soldados huyeron de noche, por la puerta entre las dos murallas, junto a los jardines reales, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, y se marcharon por el camino de la estepa. 5El ejército caldeo persiguió al rey; lo alcanzaron en la estepa de Jericó, mientras sus tropas se dispersaban, abandonándolo. 6Apresaron al rey, y se lo llevaron al rey rey de Babilonia, que estaba en Ribla, y lo procesó. 7A los hijos de Sedecías los hizo ajusticiar ante su vista; a Sedecías lo cegó, le echó cadenas de bronce y lo llevó a Babilonia.
8El día primero del quinto mes (que corresponde al año diecinueve del reinado de Nabucodonosor en Babilonia) llegó a Jerusalén Nabusardán, jefe de la guardia, funcionario del rey de Babilonia. 9Incendió el templo, el palacio real y las casas de Jerusalén, y puso fuego a todos los palacios. 10El ejército caldeo, a las órdenes del jefe de la guardia, derribó las murallas que rodeaban a Jerusalén. 11Nabusardán, jefe de la guardia, se llevó cautivos al resto del pueblo que había quedado en la ciudad, a los que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de la plebe.12De la clase baja dejó algunos, como viñadores y hortelanos.
13Los caldeos rompieron las columnas de bronce, los pedestales y el depósito de bronce que había en el templo, para llevarse el bronce a Babilonia. 14También llevaron las ollas, palas, cuchillos, bandejas y todos los utensilios de bronce que servían para el culto. 15El jefe de la guardia tomó los braseros e hisopos, y todo lo que había, en dos lotes, de oro y de plata, 16y las dos columnas, el depósito y los pedestales que había hecho Salomón para el templo (imposible calcular lo que pesaba el bronce de aquellos objetos, 17cada columna medía nueve metros y estaba rematada por un capitel de bronce de metro y medio de altura, adornado con trenzados y granadas alrededor, todo de bronce).
18El jefe de la guardia prendió al sumo sacerdote, Sedayas, al vicario Sofonías y a los tres porteros; 19apresó en la ciudad a un dignatario jefe del ejército y a cinco hombres del servicio personal del rey, que se encontraban en la ciudad; al secretario del general en jefe, que había hecho la leva de los terratenientes, y a sesenta ciudadanos que se encontraban en la ciudad. 20Nabusardán, jefe de la guardia, los apresó y se los llevó al rey de Babilonia, a Ribla. 21El rey de Babilonia los hizo ejecutar en Ribla, provincia de Jamat.
Así marchó Judá al destierro.

Godolías (Jr 40-41)

22Nabucodonosor, rey de Babilonia, nombró a Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán, gobernador de los que quedaban en territorio de Judá, la gente que él dejaba. 23Cuando los capitanes y sus hombres oyeron que el rey de Babilonia había nombrado gobernador a Godolías, fueron a Mispá*, a visitarlo, Ismael, hijo de Natanías; Juan, hijo de Carej; Salayas, hijo de Tanjumet, el netofateo, Y Yezanías, de Maacá; todos ellos con sus hombres. 24Godolías les juró:
-No temáis someteros a los caldeos. Estableceos en el país, obedeced al rey de Babilonia y os irá bien.
25Pero al séptimo mes, Ismael, hijo de Natanías, hijo de Elisama, de sangre real, llegó con diez hombres y asesinó a Godolías y a los judíos y caldeos de su séquito en Mispá. 26Todo el pueblo, chicos y grandes, con los capitanes, emprendieron la huida a Egipto, por miedo a los caldeos.

Amnistía

27El año treinta y siete del destierro de Jeconías de Judá, el día veinticuatro del mes doce, Evil Merodac; rey de Babilonia, en el año de su subida al trono, concedió gracia a Jeconías de Judá y lo sacó de la cárcel. 28Le prometió su favor y colocó su trono más alto que los de los otros reyes que había con él en Babilonia. 29Le cambió el traje de preso y le hizo comer a su mesa mientras vivió. 30Y mientras vivió se le pasaba una pensión diaria de parte del rey.

Explicación.

25,1 Comienza el sitio de la ciudad (587). Jerusalén, ayudada por sus defensas naturales y artificiales, y animada por el patriotismo, resistió al invasor. Durante el asedio, Ofra salió de Egipto y avanzó amenazador, obligando a los asediantes a levantar el cerco. Es la liberación -piensan los ministros- , el Señor protege a su templo y ciudad, fracasan las profecías de Jeremías. Pero éste repite un oráculo terrible: "Los caldeos volverán". No es que quiera tener razón a toda costa; le duele en el alma la desgracia de su pueblo, pero tiene que anunciarla. Efectivamente, el ejército babilonio vuelve y estrecha más y más el cerco.

25,3 Pueden leerse las descripciones poéticas de las Lamentaciones.

25,4 Era el 18 de julio del 586. El rey huyó en dirección al Jordán, quizá pare refugiarse en territorio moabita.

25,7 Desde entonces vivieron en la prisión de Babilonia dos reyes de Judá: Jeconías, que se había rendido, y Sedecías, que se había rebelado.

25,8-9 Así se cumplieron las profecías de Ezequiel. El profeta del destierro había contemplado en una visión los pecados de idolatría de años y aun siglos: un panorama histórico de crímenes. Y había escuchado una orden que mandaba incendiar y matar. El tiempo entre la ocupación y el incendio se dedicó al saqueo sistemático de la ciudad y el templo.

25,12 Así quebró la resistencia urbana, sin entregar el país a la desolación.

25,13 1 Re 7.

25,13-17 El ensañamiento en el templo señala el fin de una etapa histórica comenzada con Salomón. El Señor ha abandonado su templo; Ezequiel ha visto la Gloria del Señor desaparecer hacia oriente. Lo había predicho Jeremías: como los filisteos destruyeron el templo de Siló, así los caldeos destruirán el templo de Jerusalén. La construcción del templo, con todos los bienes que había traído a la nación, había creado también una falsa confianza; como si el templo fuera un talismán, al margen de las terribles exigencias del Señor. Los caldeos destruirán los muros de un templo material y, con ellos, la falsa confianza en él.

Podemos suponer que el sumo sacerdote había alimentado la falsa confianza en el templo.

25,22-24 Doblegada la resistencia de la ciudad, el emperador de Babilonia convirtió el territorio en provincia del imperio y nombró un gobernador nativo. Era un acto de tolerancia, del que se prometía buenos resultados. Godolías pertenecía al partido de Jeremías, que había sido puesto en libertad por el general Nabusardán, aceptada la sumisión a Nabucodonosor no sólo como hecho consumado, sino como designio del Señor, y tenía la energía suficiente para recomenzar desde las ruinas. Era enteramente un espíritu que podríamos llamar "del Resto", si Ezequiel no nos dijera que el verdadero resto eran los deportados.

25,23 * = Atalaya.

24,25-26 Empezaron a sembrar, y la tierra respondió con una cosecha a la esperanza de aquellos hombres. Pero en Judá continuaban las facciones y los grupos anárquicos. Por exceso de confianza, Godolías cayó asesinado: nueva provocación al dominio extranjero. El asesino huyó a refugiarse en territorio amonita, mientras que los judíos, aterrados, corrieron a refugiarse en Egipto. Inútiles los esfuerzos de Jeremías para disuadirlos: él mismo tuyo que huir a Egipto, como prisionero de los suyos.

En los dos extremos del antiguo mundo, dos profetas que comparten el destierro de su pueblo. Una voz se apaga en Egipto, al parecer derrotada; otra resurge en Babilonia, invitando a la esperanza.

25,27-29 Y la esperanza vuelve a llamear en el rescoldo. Todavía hay en Babilonia un hombre que representa a su pueblo como Ungido del Señor, a quien los desterrados respetan como rey. Ha pasado por el sufrimiento, el destierro, la cárcel; ha salvado la vida. Es el descendiente de David, el portador de la promesa.

El año 562 murió Nabucodonosor y le sucedió Evil Merodac. El nuevo emperador de Babilonia concedió una especie de amnistía a Jeconías: le devuelve el título, los honores, el régimen de rey vasallo. ¿Comienza una nueva era para el pueblo y la monarquía? ¿Volverán a la patria, como han anunciado Jeremías y Ezequiel?

2 REYES. CAPÍTULO 24.

241Durante su reinado, Nabucodonosor, rey de Babilonia, hizo una expedición militar, y Joaquín le quedó sometido por tres años. Pero se le rebeló.
2Entonces el Señor mandó contra él guerrillas de caldeos y sirios, moabitas y amonitas; los envió contra Judá para aniquilarla, conforme a la palabra que había pronunciado por sus siervos los profetas. 3Eso le sucedió a Judá por orden del Señor, para apartarla de su presencia por los pecados que había cometido Manasés, 4por la sangre inocente que derramó hasta inundar a Jerusalén; el Señor no quiso perdonar.
5Para más datos sobre Joaquín y sus empresas, véanse los Anales del Reino de Judá.
6Joaquín murió, y su hijo Jeconías le sucedió en el trono.
7El rey de Egipto no volvió a salir de su país, porque el rey de Babilonia se había apoderado de las antiguas posesiones del rey de Egipto, desde el Nilo hasta el Éufrates.

Jeconías de Judá (598-597) (2 Cr 36,9-10)

8Cuando Jeconías subió al trono tenía dieciocho años, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Nejustá, hija de Elnatán, natural de Jerusalén. 9Hizo lo que el Señor reprueba, igual que su padre.
10En aquel tiempo, los oficiales de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén y la cercaron. 11Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén cuando sus oficiales la tenían cercada. 12Jeconías de Judá se rindió al rey de Babilonia, con su madre, sus ministros, generales y funcionarios. El rey de Babilonia los apresó el año octavo de su reinado. 13(Se llevó los tesoros del templo y de palacio, y destrozó todos los utensilios de oro que Salomón, rey de Israel, había hecho para el templo según las órdenes del Señor. 14Deportó a todo Jerusalén, los generales, los ricos -diez mil deportados-, los herreros y cerrajeros; sólo quedó la plebe). 15Nabucodonosor deportó a Jeconías a Babilonia. Llevó deportados de Jerusalén a Babilonia el rey, la reina madre y sus  mujeres, sus funcionarios y grandes del reino, 16todos los ricos -siete mil deportados-, los herreros y cerrajeros -mil deportados-, todos aptos para la guerra. 17En su lugar nombró rey a su tío Matanías, y le cambió el nombre en Sedecías.

Sedecías de Judá (597-587) (2 Cr 36,11-14)

18Cuando Sedecías subió al trono tenía veintiún años, y reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamutal, hija de Jeremías, natural de Libna. 19Hizo lo que el Señor reprueba, igual que había hecho Joaquín. 20Eso le sucedió a Jerusalén y Judá por la cólera del Señor, hasta que las arrojó de su presencia. Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia.

Explicación.

24,1 De repente, sin previo aviso, nos encontramos en escena con el famoso Nabucodonosor, rey de Babilonia. Su padre Nabopolasar, aliado con Ciaxares, rey de Media, conquistó Nínive, el año 612, cumpliendo la profecía de Nahún. El reino asirio subsistió un par de años y desapareció para siempre. De los dos aliados, Babilonia resultó el más fuerte; quizá porque los medos comenzaban ya las peleas con otro pueblo indoeuropeo: los persas. En el espacio de apenas un reinado, el dominio de Oriente pasó de Asiria a Babilonia: es el segundo imperio babilónico, regido por una dinastía aramea, como el primero (626-539).

Cuando Necó llegó por fin a la cita para la batalla decisiva, en Cárquemis, se encontró con un enemigo nuevo: Nabucodonosor de Babilonia. Y fue derrotado tan gravemente (605), que por mucho tiempo no pudo rehacerse. Así el reino de Babilonia se convierte en el imperio de turno, señor de una constelación de vasallos. Uno de tantos es Judá. Y cuando el soberano no se digna enfrentarse con algún vasallo, puede incitar a otros vasallos que realicen gratuitamente sus designios. Le bastan pequeños destacamentos antes de presentarse en batalla campal.

24,2 Jr 25,9.

24,2-4 El autor considera estas hostilidades catastróficas; en realidad eran sólo el preludio de la catástrofe, provocada por Joaquín y su partido de patriotas. Jeremías declaró que la salvación estaba en reconocer el dominio babilónico, que el templo no era un talismán mágico, capaz de proteger sin más a la ciudad y al pueblo. Los patriotas declararon a Jeremías enemigo de la patria, desmoralizador de las tropas, lo encarcelaron, intentaron matarlo. El espíritu de resistencia se hizo cada vez más fanático, la vana confianza en el templo cada vez más ciega. De esta manera ellos mismos aceleraron el cumplimiento de la sentencia divina.

24,6 Joaquín murió joven, sin ver la catástrofe.

24,8 El partido de la resistencia contaba con que el hijo de Jeconías (Yehoyakin) continuase la política paterna. Al principio el joven cedió a los ministros; pero cuando un ejército en regla asedió la capital, Jeconías se rindió para salvar la vida y la ciudad. El emperador tomó represalias, impuso fuertes tributos y nombró un rey vasallo, de la familia de Josías: Sedecías. 

24,12 Entre los deportados de la primera ola marchó a Babilonia un joven sacerdote que había de recibir su vocación profética en el destierro; anunció la caída definitiva y la esperanza de restauración; se llamaba Ezequiel. Para este profeta, Jeconías sigue siendo el rey legítimo, los años se siguen contando según su sucesión al trono.

24,13-14 Adición posterior que anticipa hechos de la segunda deportación. Véase Jr 27,22. Los versos siguientes dan la versión original. * O: según lo que había anunciado el Señor, Is 20,17s.

24,15-16 Con estas medidas, Nabucodonosor creyó domada la resistencia de los judíos. Se engañaba.

24,17 Es un hijo de Josías, hermano uterino de Joacaz, el rey depuesto por Necó. También Nabucodonosor respetó los sentimientos religiosos del pueblo, dando al nuevo rey un nombre yahvista. Sedecías significa "justicia" (o victoria) del Señor". ¿Hay un toque de ironía en semejante nombre? (cfr. Jr 23,6).

24,20 Otra vez Jeremías tuvo que enfrentarse con el rey y el partido de los patriotas. El profeta predicaba la rendición, el vasallaje, como único medio para salvar lo que quedaba de vida nacional. Los nuevos ministros reavivaron el espíritu de resistencia, y el rey fue demasiado débil para tomar una decisión valiente y salvadora.

En Egipto, Psamético II sucedió a Necó (593-588). En su tiempo, una embajada de confederados, Amón, Moab, Edom y tiro, fueron a Jerusalén con intención de ganarse al rey para una rebelión contra el poder babilónico. Sedecías vaciló, sin llegar a consumar la rebelión. A Psamético le sucedió Ofra (588-569), el cual comenzó la vieja política de influjo sobre Siria y Palestina. Contra los consejos y amenazas de Jeremías, el partido de la resistencia se impuso al rey, y éste se rebeló. Nabucodonosor no podía tolerar el resurgir de Egipto que aquella rebelión significaba; así que se dirigió con un gran ejército a Siria. Estableció el cuartel general en Ribla y desde allí despachó dos cuerpos de ejército: uno contra Siria, otro contra Judá y Jerusalén.

2 REYES. CAPÍTULO 23.

231El rey ordenó que se presentasen ante él todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. 2Luego subió al templo, acompañado de todos los judíos y los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, chicos y grandes. El rey les leyó el libro de la alianza encontrado en el templo. 3Después, en pie sobre el estrado, selló ante el Señor la alianza, comprometiéndose a seguirle y cumplir sus preceptos, normas y mandatos, con todo el corazón y con toda el alma, cumpliendo las cláusulas de la alianza escrita en aquel libro. El pueblo entero suscribió la alianza.
4Luego mandó el rey al sumo sacerdote, Jelcías, al vicario y a los porteros que sacaran del templo todos los utensilios fabricados para Baal, Astarté y todo el ejército del cielo. Los quemó fuera de Jerusalén, en los campos del Cedrón, y llevaron las cenizas a Betel. 5Suprimió a los sacerdotes establecidos por los reyes de Judá para quemar incienso en los altozanos de las poblaciones de Judá y alrededores de Jerusalén, y a los que ofrecían incienso a Baal, al sol y a la luna, a los signos del zodiaco y al ejército del cielo. 6Sacó del templo la estela, la llevó fuera de Jerusalén, al torrente Cedrón la quemó junto al torrente y la redujo a cenizas, que echó a la fosa común. 7Derribó las habitaciones del templo dedicadas a la prostitución sagrada, donde las mujeres tejían mantos para Astarté. 8Hizo venir de las poblaciones de Judá a todos los sacerdotes y, desde Guibeá* hastas Berseba, profanó los altozanos donde estos sacerdotes ofrecían incienso. Derribó la capilla de los sátiros que había a la entrada de la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, a mano izquierda según se entra. 9(A los sacerdotes de las ermitas no se les permitía subir al altar del Señor en Jerusalén, sino que sólo comían panes ázimos entre sus hermanos). 10Profanó el horno del valle de Ben-Hinnón, para que nadie quemase a su hijo o su hija en honor de Moloc. 11Hizo desaparecer los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol, en la entrada del templo, junto a la habitación del eunuco Natanmélec, en las dependencias del templo; quemó el carro del sol. 12También derribó los altares en la azotea de la galería de Acaz, construidos por los reyes de Judá, y los altares construidos por Manasés en los dos atrios del templo; los trituró y esparció el polvo en el torrente Cedrón. 13Profanó las ermitas que miraban a Jerusalén, al sur del monte de los Olivos, construidas por Salomón, rey de Israel, en honor de Astarté (ídolo abominable de los fenicios), Camós (ïdolo abominable de Moab) y Malcón (ídolo abominable de los amonitas). 14Rompió los cipos, cortó las estelas y llenó su emplazamiento con huesos humanos. 15Derribó también el altar de Betel y el santuario construido por Jeroboán, hijo de Nabat, con el que hizo pecar a Israel. Lo trituró hasta reducirlo a polvo, y quemó la estela.
16Al darse la vuelta, Josías vio los sepulcros que había allí en el monte; entonces envió a recoger los huesos de aquellos sepulcros, los quemó sobre el altar y lo profanó, según la palabra del Señor anunciada por el profeta, cuando Jeroboán, en la fiesta, estaba en pie ante el altar. Al darse la vuelta, el rey levantó la vista hacia el sepulcro del profeta que había anunciado estos sucesos, 17y preguntó:
-¿Qué es aquel mausoleo que estoy viendo?
Los de la ciudad le respondieron:
-Es el sepulcro del profeta que vino de Judá y anunció lo que acabas de hacer con el altar de Betel.
18Entonces el rey ordenó:
-¡Dejadlo! Que nadie remueva sus huesos.
Así se conservaron sus huesos junto con los del profeta que había venido de Samaría.
19Josías hizo desaparecer también todas las ermitas de los altozanos que había en las poblaciones de Samaría, construidas por los reyes de Israel para irritar al Señor; hizo con ellas lo mismo que en Betel. 20Sobre los altares degolló a los sacerdotes de las ermitas que había allí, y quemó encima huesos humanos. Luego se volvió a Jerusalén, 21y ordenó al pueblo:
-Celebread la Pascua en honor del Señor, vuestro Dios, como está prescrito en este libro de la alianza.
22No se había celebrado una Pascua semejante desde el tiempo en que los jueces gobernaban a Israel ni durante todos los reyes de Israel y Judá. 23Fue el año dieciocho del reinado de Josías cuando se celebró aquella Pascua en Jerusalén en honor del Señor.
24Para cumplir las cláusulas de la ley, escritas en el libro que el Sacerdote Jelcías encontró en el templo, Josías extirpó también a los nigromantes y adivinos, ídolos, fetiches y todas las monstruosidades que se veían en territorio de Judá y en Jerusalén; para cumplir las cláusulas de la ley escritas en el lilbro que encontró el sacerdote Jelcías en el templo del Señor. 25Ni antes ni después hubo un rey como él, que se convierta al Señor con todo el corazón, con toda el alma y con todas sus fuerzas, conforme en todo con la Ley de Moisés. 26Sin embargo, el Señor no aplacó su furor contra Judá, por lo mucho que le había irritado Manasés. 27El Señor dijo:
-También a Judá la apartaré de mi presencia, como hice con Israel; y repudiaré a Jerusalén, mi ciudad elegida, y al templo en que determiné establecer mi Nombre.
28Para más datos sobre Josías y sus empresas, véanse los Anales del Reino de Judá.
29En su tiempo, el faraón Necó, rey de Egipto, subió a ver al rey de Asiria, camino del Éufrates. El rey Josías salió a hacerle frente, y Necó lo mató en Meguido, al primer encuentro. 30Sus siervos pusieron el cadáver en un carro, lo trasladaron de Meguido a Jerusalén y lo enterraron en su sepulcro. Entonces la gente tomó a Joacaz, hijo de Josías, lo ungieron y lo nombraron rey sucesor.

Joacaz de Judá (609) (2 Cr 36,1-4)

31Cuando Joacaz subió al trono tenía veintitrés años, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamutal, hija de Jeremías, natural de Libná*. 32Joacaz h izo lo que el Señor reprueba, igual que sus antepasados. 33El faraón Necó lo encarceló en Ribla, provincia de Jamat, para impedirle reinar en Jerusalén, e impuso al país un tributo de tres mil kilos de plata y treinta de oro.
34El faraón Neco nombró rey a Eliacín, hijo de Josías, como sucesor de su padre, Josías, y le cambió el nombre por el de Joaquín. 35A Joacaz se lo llevó a Egipto, donde murió. Joaquín entregó al Faraón la plata y el oro, pero para ello tuvo que imponer una contribución a la nación: cada uno, según su tarifa, pagó la plata y el oro que había que entregar el Faraón.

Joaquín de Judá (609-598) (2 Cr 36,5-8)

36Cuando Joaquín subió al trono tenía veinticinco años, y reinó once años en Jerusalén. Su madre su madre se llamaba Zebida, hija de Fedayas, natural de Rumá. 37Hizo lo que el Señor reprueba, igual que sus antepasados.

Explicación.

23,1-3 Las ceremonias de renovación de alianza eran conocidas, y el autor no se detiene a describirlas todas. El rey actúa de mediador, como en otro tiempo Moisés y Josué -no sigue el modelo de Joás-. El pueblo escuchaba la lectura pública y respondía con su aceptación, quizá repitiendo el triple "serviremos" (como en Ex 19 y Jos 24).

23,3 Dt 26,16; 30,2.10.

23,4 Parte de la renovación de la alianza era el remover los ídolos (Jos 24). El narrador introduce en este sitio toda la serie de reformas, como un colosal rito de purificación (compárese con el caso de Joás, capítulo 12).

23,5 El culto astral había tomado cuerpo bajo la presión asiria, sobre todo en tiempo de Manasés. Os 10,5.

23,6 Los sepulcros son lugar profano y reino de la muerte: la ceremonia simboliza la muerte de los ídolos (cfr. Sal 82) y de sus cultos (otro tipo de profanación  en Is 2,20). La cercanía del torrente parece tener valor ritual (recuérdese la matanza de sacerdotes de Baal, 1 Re 18, y el caso de asesinato en St 21,1-9).

23,7 El texto hebreo dice "casas", que resulta inexplicable. Algunas versiones antiguas hablan de vestidos para la divinidad; cambiando una letra (confusión fonética), se podría leer "lino". 1 Re 14,24.

23,8a Esto indica la extensión limitada de la reforma en su primera etapa. Guibeá era la frontera septentrional del Reino de Judá. Con esta acción, Josías va completando la reforma iniciada por Ezequías e interrumpida y abolida por Manasés. La destrucción de los santuarios locales en la norma que el autor emplea para juzgar a los reyes. Los santuarios locales habían tenido una función decisiva en la piedad de las poblaciones agrícolas (véase, por ejemplo, Dt 26); la medida de Josías fue radical. Quiso extirpar el peligro evidente de contaminación y sincretismo; ¿no arrancó al mismo tiempo unas raíces de religiosidad?; ¿bastará el culto centralizado y reducido a pocas ocasiones, para compensar la pérdida de una práctica religiosa más frecuente y entrañable? Impresiona el entusiasmo del rey que llegó a contagiar entre otros al autor de esta historia.

23,8b Los sátiros eran divinidades o númenes adversos que poblaban los lugares desiertos: véase Is 34, donde los númenes invaden la ciudad derruida. El altar a la puerta de la ciudad serviría para protegerla del influjo funesto de esas divinidades campestres. (Quizá pertenezca a éstos el misterioso Azazel de Lv 16,10).

23,8 * = Loma.

23,9 Al quedarse sin trabajo los sacerdotes locales, la primera idea fue trasladarlos al servicio del templo; pero su número era excesivo, y los sacerdotes establecidos hicieron valer sus derechos. Así quedaron ellos relegados a una función secundaria, con inevitables tensiones y resentimientos (de las que da testimonio Nm 17-18).

23,10 Se trata del famoso "Tofet" (vocalización despectiva de tefat = estufa), que se convierte en lugar de execración y símbolo del lugar infernal (véase I(s 30,33; Jr 7,13-14).

23,11 Parece tratarse de un culto asirio, que imagina al sol trasportado en una carroza celeste. Los caballos eran vivos, y servían para tirar de la carroza en las procesiones.

23,12 La "galería" parece una aclaración. Se trata de altares construidos en el palacio, a manera de capillas privadas. El autor no dice que estuvieran dedicados a Baal o a otras divinidades, por eso podemos pensar que se trataba de algún altar en honor de Yahvé, al margen del altar central del templo. En su afán de purificar y unificar, Josías da emeplo en el palacio real. Jr 19,13.

23,13 Eran ermitas o altares erigidos en honor de los dioses de sus mujeres extranjeras (1 Re 11,5-8).

23,14 Lv 21,1.11.

23,15 Esta nueva medida implica que Josías había extendido su dominio político a la región de Efraín. Esto era posible por la decadencia de Asiria, cuando Asurbanipal estaba ocupado con otros enemigos de mayor envergadura. Se diría que en la mente de Josías dominaba la imagen de un nuevo reino unificado, como en tiempos de David, con un santuario central, como en tiempos de Salomón.

Betel era el signo del cisma, el comienzo de un pecado que concluyó con la destrucción del reino. Por eso la purificación de Betel era un acto simbólico de capital importancia para todos los habitantes del norte que todavía se sentían fieles al Señor.

23,16-18 El autor muestra su interés en marcar el enlace de esta acción con la de Jeroboán; es el enlace más poderoso que el autor conoce, el vínculo entre palabra y cumplimiento. Y Josías es el mediador de dicho cumplimiento.

Se trata de sepulcros de hombres venerados por la gente (santones); la acción del rey indica que esa veneración iba unida a cultos ilegítimos. En contraste, el que profetizó contra Jeroboán era verdadero profeta del Señor.

23,19 Desde Betel como centro, el celo reformador se va extendiendo por la región de Samaría, a medida que el rey de Judá ensancha sus dominios.

23,20 Este particular sangriento no estaba previsto, y no sabemos si será elaboración posterior. Nos presenta a un Josías contagiado del celo de Elías.

23,21-23 En la gran concentración de hechos que el autor ha realizado, la reforma culmina con una gran fiesta litúrgica. Con la celebración de la Pascua, pueblo y rey repiten un momento primordial de su historia: la liberación de Egipto, y también la primera Pascua celebrada por Josué nada más entrar en la tierra prometida (Jos 5). Todas las intermedias no se pueden comparar con esta Pascua trascendental: ¿será el comienzo de una nueva era en la tierra prometida? Probablemente una emoción y expectación semejante corrieron por el pueblo en aquella fecha memorable. Josías, nuevo David, nuevo Josué.

23,24 Véase Dt 18,10-12.

23,25-26 Un autor posterior corrige ese optimismo, expresando la amarga desilusión de los hechos y explicándola por la decisión irrevocable del Señor. Josías queda como medelo de "conversión", y como tal, sigue predicando con su ejemplo a la generación del destierro. Pero su conversión no es suficiente para que el Señor "se convierta" (el mismo verbo en hebreo) y retire su sentencia de condenación. Los pecados de Manasés pesan más que la piedad de Josías: de momento, el autor se contenta con esta explicación algo simplista.

Hace falta leer al profeta Jeremías, para ver que los pecados de Manasés eran la culminación de una cadena de pecados precedentes, y que, después de Josías, pueblo y reyes volvieron a pecar. Jeremías nos proporciona una interpretación mucho más matizada de la tragedia.

23,27 2 Re 17,18.

23,29-30 Sucedió de una manera poco heroica. En Egipto, Necó había sucedido a Psamético II. Este faraón consideró llegado el momento de reconquistar la vieja supremacía sobre Palestina y Siria; y para asegurar la hegemonía se dispuso a presentar batalla al emperador de Asiria. Desde Egipto subió por la costa, avanzó hasta la vertiente meridional del Carmelo y enfiló uno de los pasos tradicionales de la montaña. A la salida, junto a la plaza de Meguido, le esperaba el rey de Judá, que ya había extendido su dominio hasta aquellas regiones. Necó conduce un ejército para enfrentarse con la potencia de Asiria, y no encontró enemigo digno en el ejército reducido y novato del rey de Judá. Josías murió en la batalla.

23,30 Los representantes del pueblo nombraron rey a un hijo menor de Josías, que pensaba y sentía como su padre; él continuaría la obra de reforma y lograría conquistar la independencia. Se ve que el partido antiegipcio era fuerte en Judá, y que el ímpetu renovador de Josías podía sobrevivirle.

23,31 * = Alba.

23,33-34 No sucedió así, porque el faraón no quería tener enemigos a la espalda cuando se preparaba para el gran encuentro. Necó depuso al rey nombrado por el pueblo e impuso a uno que reinase por la gracia del faraón. Al cambiarle el nombre, respetó los sentimientos religiosos de la población: en vez de El (dios), Yaho (Yhwh, Señor), a la vez que afirmó su dominio. Judá ha vuelto al vasallaje, con cambio de dueño. Todo esto lo realizó el faraón desde su cuartel general, instalado en Ribla.

23,35 Y el pueblo empezó a sentir en su bolsa el dominio extranjero. Penetra la desilusión, se forman partidos según las preferencias, entre ellos un fuerte partido de resistencia.

23,36-37 Joaquín (Yehohaqim) parece encamar este espíritu de resistencia política unida a una recaída en la apostasía religiosa y en la injusticia. Su breve presencia en estas líneas se ha de completar con la lectura del libro de Jeremías. "Lo que el Señor reprueba" es fórmula genérica, casi tópico, en este libro; en el libro de Jeremías lo vemos actuar: véanse entre otros pasajes Jr 22,10-30; 7 y 26; 36. Entre tanto, ha cambiado el mapa internacional.

2 REYES. CAPÍTULO 22.

Josías de Judá (640-609) (2 Cr 34-35)

221Cuando Josías subió al trono tenía dieciocho años, y reinó treinta y un años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yedidá, hija de Adaya, natural de Boscat. 2Hizo lo que el Señor aprueba. Siguió el camino de su antepasado David, sin desviarse a derecha ni izquierda. 3El año dieciocho de su reinado mandó al cronista Safán, hijo de Asalías, hijo de Musalán, que fuera al templo con este encargo:
4-Preséntate al sacerdote Jelcías; que tenga preparado el dinero ingresado en el templo por las colectas de los porteros entre la gente. 5Que se lo entreguen a los encargados de las obras del templo, para que lo repartan a los obreros que trabajan en el templo reparando los desperfectos del edificio 6(carpinteros, albañiles y tapiadores) o para comprar madera y sillares para reparar el edificio. 7Pero que no les pidan cuentas del dinero que les entregan, porque se portan con honradez.
8El sumo sacerdote, Jelcías, dijo al cronista Safán:
-He encontrado en el templo el Libro de la Ley.
9Entregó el libro a Safán, y éste lo leyó. Luego fue a dar cuentas al rey:
-Tus siervos han juntado el dinero que había en el templo y se lo han entregado a los encargados de las obras.
10Y le comunicó la noticia:
-El sacerdote Jelcías me ha dado un libro.
11Safán lo leyó ante el rey, y cuando el rey oyó el contenido del Libro de la Ley, 12se rasgó las vestiduras y ordenó al sacerdote Jelcías; a Ajicán, hijo de Safán; a Acbor, hijo de Miqueas; al cronista Safán, y a Asaías, funcionario real:
13-Id a consultar al Señor por mí y por el pueblo y todo Judá a propósito de este libro que han encontrado; porque el Señor estará enfurecido contra nosotros, porque nuestros padres no obedecieron los mandatos de este libro cumpliendo lo prescrito en él.
14Entonces el sacerdote Jelcías, Ajicán, Acbor, Safán y Asasías fueron a ver a la profetisa Julda, esposa de Salún, el guardarropa, hijo de Ticua de Jarjás. Julda vivía en Jerusalén, en el Barrio Nuevo. 15Le expusieron el caso, y ella les respondió:
-Así dice el Señor, Dios de Israel: Decidle al que os ha enviado: 16Así dice el Señor: <<Yo voy a traer la desgracia sobre este lugar y todos sus habitantes: todas las maldiciones de este libro que ha leído el rey de Judá; 17por haberme abandonado y haber quemado incienso a otros dioses, irritándome con sus ídolos, está ardiendo mi cólera contra este lugar, y no se apagará>>. 18Y al rey de Judá, que os ha enviado a consultar al Señor, decidle: Así dice el Señor, Dios de Israel: 19<<Puesto que al oír la lectura lo has sentido de corazón y te has humillado ante el Señor, al oír mi amenaza contra este lugar y sus habitantes, que serán objeto de espanto y de maldición; puesto que te has rasgado las vestiduras y llorado en mi presencia, también yo te escucho -oráculo del Señor-. 20Por eso, cuando yo te reúna con tus padres, te enterrarán en paz, sin que llegue a ver con tus ojos la desgracia que voy a traer a este lugar>>.
Ellos llevaron la respuesta al rey.

Explicación.

22 Cuando Josías subió al trono, la situación política había cambiado notablemente. Asiria había iniciado ya el curso de su decadencia definitiva. El rey Asurbanipal es más famoso por la gran biblioteca que organizó que por sus campañas militares (es el Sardanápalo de la leyenda). En su época se prepararon los cambios que dieron paso a una nueva era.

Los enemigos del imperio asirio crecían y se consolidaban: los "bárbaros" escitas barrían la región septentrional, camino de Occidente; los medos, pueblo indoeuropeo, se hacían amenazadores, en Babilonia se proclamaba rey el arameo Nabopolasar, dando comienzo al nuevo imperio babilónico; Egipto volvía a ser una potencia.

Durante el reinado de Josías cayó Nínive, capital del imperio asirio, bajo la presión combinada de medos y babilonios. Acontecimiento profetizado por Nahún. Después del silencio impuesto por la persecución de Manasés, los profetas vuelven a hablar: primero Sofonías, después Jeremías como Ezequías tuvo a su lado a Isaías, así Josías contó con Jeremías; son dos binas descollantes. La vocación de Jeremías sucedió el 627, pero es difícil decir cuándo comenzó su colaboración con el rey (cuando en 622 encuentra el libro, consultal a Julda, no a Jeremías).

Josías pasa a la historia por su radical reforma cúltica y por su trágica muerte. La reforma religiosa comenzó probablemente en cuanto el rey se afianzó en el trono y el partido asiriófilo perdió terreno. El autor concentra los hechos de modo que es imposible reconstruir las etapas de la reforma.

22,2 Dice Ben Sira (49,4): "Excepto David, Ezequías y Josías, todos se pervirtieron."

22,4-7 Se reanudan las obras iniciadas por Joás un siglo antes (capítulo 12).

22,8-20 El hallazgo del Libro de la Ley o libro de la alianza es uno de los hechos trascendentales de este reinado. Probablemente se trataba de una versión anterior, menos desarrollada, de nuestro Deuteronomio. El núcleo de este libro, 12-26, es una especie de código legal, con explicaciones y exhortaciones incorporadas a la serie de leyes. El libro está estilizado, aproximadamente, en forma de documento de alianza: con una introducción histórica, una serie de leyes, una lista de bendiciones y maldiciones. Los capítulos 29-31 presentan una segunda alianza en tierras de Moab, mientras que un aparte del capítulo 27 se refiere a la renovación de la alianza en Siquén. Ningún libro como el Deuteronomio merece el doble título del Libro de la Ley y Libro de la Alianza.

Es cierto que varias partes del libro son posteriores a Josías, y que algunas presuponen el destierro. En cambio, es imposible señalar las fechas de composición del resto.

En lo político, el libro tiene espíritu democrático; en lo religioso, postula una rígida centralización del culto; en lo militar, renueva el antiguo ideal de la guerra santa; étnicamente, toma una actitud intolerante ante la población cananea; en lo social, es un libro animado de profundo sentido de justicia y caridad.

El narrador se va a concentrar en la reforma cúltica de Josías, sin decir nada de sus reformas sociales, que debieron de ser importantes. Hay que completar estos dos capítulos con la lectura del profeta Jeremías.

El hallazgo del libro suena a hecho casual. Como el templo cobijó un tiempo al sucesor de David hasta su coronación (Joás bajo Atalía, 2 Re 11), así ahora el templo ha custodiado un precioso documento de renovación y vuelta al ideal primitivo de la alianza.

22,8 Se introduce con artículo, como cosa conocida. Teóricamente, el arca contenía el libro o protocolo de la alianza sinaítica. El nuevo libro es una cosa diversa, no radicalmente nueva, reconocible. Fue el sacerdote quien lo encontró y dio la noticia; en su actividad sacerdotal tenía que estar familiarizado con muchos contenidos de ese libro.

22,11-13 Basta leer algunas maldiciones de los capítulos 27 y 28 del Dt (incluso la versión breve), para comprender la sorpresa y el terror del rey. El libro se convierte en interpretación teológica del momento actual, mientras el rey lo va leyendo: si Judá y Jerusalén han llegado al presente estado, es como castigo enviado por la cólera del Señor. En los oídos del rey el libro suena como voz profética, denunciando delitos; o más bien, de los delitos acumulados en generaciones, que pesan sobre la generación presente. La consulta busca un medio de expiar el delito y apartar la cólera de Dios.

22,14 En este momento no basta un oráculo sacerdotal ordinario; los dignatarios de la corte, incluido el sumo sacerdote, tienen que recurrir al oráculo profético. ¿Por qué Julda? ¿Es que Jeremías todavía no se había acreditado? El autor no encuentra nada extraño en la elección. Jeremías pertenecía a una familia sacerdotal de Anatot, mientras que Julda era la mujer de un empleado subalterno del templo. Esta profetisa hace compañía a Débora.

22,16-20 El oráculo ha sido reelaborado en estilo deuteronomista, sobre todo en la parte que concierne al templo.

22,17 La cólera es el incendio metafórico que se convertirá en realidad (véase el capítulo final y Ez 9).

22,18-19 A favor del rey se apunta la conversión interna y los gestos externos que expresan la penitencia. Es la actitud inicial, antes de las obras de reforma.

22,20 La cláusula "en paz" hay que entenderla en posición adversativa: sin que veas la desgracia del templo y ciudad. En este sentido la profecía se cumple, la muerte prematura del rey es un acto de misericordia. No se cumple si pensamos en muerte natural. La palabra hebrea shalom tiene una ancha gama de significados; puede ser que los contemporáneos la interpretasen en sentido estricto, lo cual aumentaría el escándalo de su muerte en batalla.

2 REYES. CAPÍTULO 21.

Manasés de Judá (698-643) ( 2 Cr 33,1-20)

211Cuando Manasés subió al trono tenía doce años, y reinó en Jerusalén cincuenta y cinco años. Su madre se llamaba Jepsibá. 2Hizo lo que el Señor reprueba, imitando las costumbres abominables de las naciones que el Señor había expulsado ante los israelitas. 3Reconstruyó las ermitas de los altozanos derruidas por su padre, Ezequías, levantó altares a Baal y erigió una estela, igual que hizo Acaz de Israel; adoró y dio culto a todo el ejército del cielo; 4puso altares en el templo del Señor, del que había dicho el Señor: <<Pondré mi nombre en Jerusalén>>; 5edificó altares a todo el ejército del cielo en los dos atrios del templo, 6quemó a su hijo; practicó la adivinación y la magia; instituyó nigromantes y adivinos. Hacía continuamente lo que el Señor reprueba, irritándolo. 7La imagen de Astarté que había fabricado la colocó en el templo del que el Señor había dicho a David y a su hijo Salomón: <<En el templo y en Jerusalén, a la que elegí entre todas las tribus de Israel, pondré mi nombre para siempre; 8ya no dejaré que Israel ande errante, lejos de la tierra que di a sus padres, a condición de que pongan por obra cuanto les mandé, siguiendo la Ley que les promulgó mi siervo Moisés>>. 9Pero ellos no hicieron caso. Y Manasés los extravió, para que se portasen peor que las naciones a las que el Señor había exterminado ante los israelitas.
10El Señor dijo entonces por sus siervos los profetas:
11-Puesto que Manasés de Judá ha hecho estas cosas abominables, se ha portado peor que los amorreos que le precedieron y ha hecho pecar a Judá con sus ídolos 12así dice el Señor, Dios de Israel: Yo voy a traer sobre Jerusalén y Judá tal catástrofe, que al que lo oiga le retumbarán los oídos. 13Extenderé sobre Jerusalén el cordel como hice en Samaría, el mismo nivel con que medí a la dinastía de Ajab, y fregaré a Jerusalén como a un plato, que se friega por delante y por detrás. 14Desecharé al resto de mi heredad, lo entregaré en poder de sus amigos, será presa y botín de sus enemigos, 15porque han hecho lo que yo repruebo, me han irritado desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta hoy.
16Además, Manasés derramó ríos de sangre inocente, de forma que inundó Jerusalén de punta a punta, aparte del pecado que hizo cometer a Judá haciendo lo que el Señor reprueba. 
17Para más datos sobre Manasés y los crímenes que cometió, véanse los Anales del Reino de Judá.
18Manasés murió, y lo enterraron en el jardín de su palacio, el jardín de Uzá. Su hijo Amón le sucedió en el trono.

Amón de Judá (643-640) (2 Cr 33,21-25)

19Cuando Amón subió al trono tenía veintidós años, y reinó en Jerusalén dos años. Su madre se llamaba Mesulémet, hija de Jarús, natural de Yotbá. 20Hizo lo que el Señor reprueba, igual que su padre, Manasés; 21imitó a su padre: dio culto y adoró a los mismos ídolos que su padre; 22dejó al Señor, Dios de sus padres, no caminó por sus sendas. 23Sus cortesanos conspiraron contra él y lo asesinaron en el palacio; 24pero la població mató a los conspiradores, y nombraron rey sucesor a Josías, hijo de Amón.
25para más datos sobre Amón y sus empresas, véanse los Anales del Reino de Judá.
26Lo enterraron en su sepultura del jardín de Uzá. Su hijo Josías le sucedió en el trono.

Explicación.

Dos años después de la retirada espectacular de Senaquerib murió Ezequías, y le sucedió un hijo que fue todo lo contrario de su padre ("hizo lo que el Señor reprueba"). El rey piadoso vivió treinta y cinco años, el rey impío sesenta y siete años. La incongruencia no le preocupa al autor del libro.

Manasés subió al trono siendo menor de edad; lo lógico es que durante su regencia le aconsejaran personas adictas a la línea religiosa del padre. No sabemos si Manasés apostató enseguida, o sólo cuando llegó a la mayor edad.

El autor ve los pecados de Manasés como el preludio de la caída de Judá y Jerusalén, por eso, este capítulo, más que un informe histórico sobre un reinado, suena como un resumen de reflexión teológica, semejante al dedicado a la caída de Israel, con la diferencia de que éste se adelanta a los hechos.

21.3 Dt 4,19.

21,6 Dt 18,9-12.

21,7-8 Las dos partes de esta promesa recogen la teología de 1 Re 8, sobre la dedicación del templo: con la construcción de una morada permanente para el Señor, el pueblo alcanzó el descanso tras la larga peregrinación comenzada en Egipto. La promesa estaba condicionada a la observancia.

21,11-15 La denuncia profética presenta la estructura clásica alargada: denuncia del pecado, anuncio de la sentencia.

21,12 Véase 1 Sn 3,11.

21,13 Instrumentos de construcción empleados para la destrucción, como en Is 34,11.

21,15 Audaz resumen de toda la vida en Palestina, como una única y continuada historia de pecado. Jr 7,25s.

21,16 Quizá sangre de profetas, como sucedió en Israel bajo Ajab y Jezabel. Según la leyenda, Isaías murió aserrado por orden del rey.

21,17 El autor no tiene otras cosas interesantes que referir a este larguísimo reinado. En su tiempo murió Senaquerib, le sucedió Asaradón, y después Asurbanipal; estos reyes hicieron campañas victoriosas contra Egipto; después empezó a subir Egipto bajo Psamético, mientras que Asiria comenzó a disgregarse por dentro.

El libro de las Crónicas (2 Cr 33) habla de una deportación de Manasés con una consiguiente conversión.

2 REYES. CAPÍTULO 20.

Enfermedad de Ezequías

201En aquel tiempo, Ezequías cayó enfermo de muerte. El profeta Isaías, hijo de Amós, fue a visitarlo, y le dijo:
-Así dice el Señor: Haz testamento, porque vas a morir sin remedio.
2Entonces Ezequías volvió la cara a la pared y oró al Señor:
3-Señor, recuerda que he caminado en tu presencia con corazón sincero e íntegro y que he hecho lo que te agrada.
Y lloró con largo llanto.
4Pero no había salido Isaías del patio central, cuando recibió esta palabra del Señor:
5-Vuelve a decirle a Ezequías, jefe de mi pueblo: Así dice el Señor, Dios de tu padre David: <<He escuchado tu oración, he visto tus lágrimas. Mira, voy a curarte: dentro de tres días podrás subir al templo; 6y añado a tus días otros quince años. Te libraré de las manos del rey de Asiria, a ti y a esta ciudad, por mí y por mi siervo David>>.
7Isaías ordenó:
-Usad un emplasto de higos; que lo apliquen a la herida, y curará.
8Ezequías le preguntó:
-¿Y cuál es la señal de que el Señor me va a curar y dentro de tres días podré subir al templo?
9Isaías respondió:
-Esta es la señal de que el Señor cumplirá la palabra dada: ¿Quieres que la sombra adelante diez grados o que atrase diez?
10Ezequías comentó:
-Es fácil que la sombra adelante diez grados, lo difícil es que atrase diez.
11El profeta Isaías clamó al Señor, y el Señor hizo que la sombra atrase diez grados en el reloj de Acaz.

Embajada de Merodac Baladán

12En aquel tiempo, Merodac Baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y regalos al rey Ezequías cuando se enteró de que se había restablecido de su enfermedad. 13Ezequías se alegró y enseñó a los mensajeros su tesoro: la plata y el oro, los bálsamos y ungüentos, toda la vajilla y cuanto había en sus depósitos. No quedó nada en su palacio y en sus dominios que Ezequías no les enseñase.
14Pero el profeta Isaías se presentó al rey Ezequías y le dijo:
-¿Qué ha dicho esa gente, y de dónde vienen a visitarte?
Ezequías contestó:
-Han venido de un país lejano: de Babilonia.
15Isaías preguntó:
-¿Qué han visto en tu casa?
Ezequías dijo:
-Todo. No he dejado nada de mis tesoros sin enseñárselo.
16Entonces Isaías le dijo:
17-Escucha la palabra del Señor: Mira, llegarán días en que se llevarán a Babilonia todo lo que hay en tu palacio, cuanto atesoraron tus abuelos hasta hoy. No quedará nada, dice el Señor. 18Y a los hijos que salieron de ti, que tú engendraste, se los llevarán a Babilonia para que sirvan como palaciegos del rey.
19Es favorable la palabra del Señor que has pronunciado (pues se dijo: Mientras yo viva, habrá paz y seguridad).
20Para más datos sobre Ezequías y sus victorias y las obras que hizo: la alberca y el canal para la traída de aguas a la ciudad, véanse los Anales del Reino de Judá.
21Ezequías murió, y su hijo Manasés le sucedió en el trono.

Explicación.

20 Aquí corresponde la noticia cronológica de 18,9: año catorce de su reinado, 713; mucho antes de los sucesos narrados en el capítulo precedente, que caen en el año 701. El rey tenía apenas veinte años cuando cayó enfermo.

20,1 Is 38,1-8.21; 2 Re 1,4.

20,3 A una vida recta y sincera ante Dios, corresponde la bendición de "largos años". Ezequías apela a las bendiciones de Dios, en estilo deuteronómico. La súplica es breve y se prolonga en el llanto.

20,5-6 La promesa que le hacen es limitada, pero apreciable para el que está a la muerte: quince años más de reinado, seguridad para él y para su ciudad; implícitamente, también un heredero (en aquel momento Ezequías todavía no tenía hijos, a juzgar por la edad de Manasés al sucederle). Escúchense esos quince años de reinado seguro en el contexto de la catástrofe de Samaría (722), pues así los escuchó el joven rey.

20,9-10 El prodigio del reloj de sol simboliza el alejarse de la muerte, el prolongarse la luz de la vida.

20,11 En este sitio introduce el libro de Isaías (Is 39,9-20) el cántico de Ezequías después de su curación. Es interesante repetir aquí su lectura.

20,12 Merodac Baladán se había proclamado rey de Babilonia en 721, y desde su reino meridional hostilizaba al imperio de Asiria, promoviendo alianzas y rebeliones. La embajada al rey de Judá no era desinteresada.

20,13 Ezequías responde a la cortesía con una mezcla de vanidad y confianza en sus posibilidades de resistir. Era entonces un joven de veinte años.

20,14-15 El profeta se presenta como quien exige cuentas, el rey le contesta con vanidad e ingenuidad: Babilonia es todavía un nombre ilustre que puede llenar la boca; es además un buen aliado contra Asiria.

20,16-17 La visión profética, la palabra de Dios, superan el horizonte histórico próximo. La imagen del futuro destierro atraviesa sombría el momento actual, empequeñeciendo la amenaza de Asiria.

20,19 El joven rey no quiere temblar por un futuro remoto que no le tocará, prefiere disfrutar de su propio futuro limitado. El bien y el mal los mide con el canon de sus propias dimensiones.

20,20 Se trata del famoso túnel excavado en la roca para transportar el agua desde El Manantial (Guijón) hasta el depósito de Siloé, dentro del recinto amurallado. Era una medida necesaria para aumentar la capacidad de resistencia de la ciudad. Todavía hoy se puede recorrer su trazado irregular de más de quinientos metros. Los obreros trabajaron comenzando por ambos extremos, hasta juntarse; y dejaron una lápida en recuerdo de la hazaña.

En el Canto a los Padres, Ben Sira dedica una serie de versos a este monarca, unido a Isaías (Eclo 48,17-24).

2 REYES. CAPÍTULO 19.

191Cuando el rey Ezequías lo oyó, se rasgó las vestiduras, se vistió un sayal y fue al templo; 2y despachó a Eliacín, mayordomo de palacio; a Sobná, el secretario, y a los sacerdotes más ancianos, vestidos de sayal, para que fueran a decirle al profeta Isaías, hijo de Amós:
3-Así dice Ezequías: Hoy es un día de angustia, de castigo y de vergüenza; los hijos llegan al parto y no hay fuerzas para darlos a luz. 4Ojalá oiga el Señor, tu Dios, las palabras del copero mayor, a quien su señor, el rey de Asiria, ha enviado para ultrajar al Dios vivo, y castigue las palabras que el Señor, tu Dios, ha oído. ¡Reza por el resto que todavía subsiste!
5Los ministros del rey Ezequías se presentaron a Isaías, 6y éste les dijo:
-Decid a vuestro señor: Así dice el Señor: <<No te asustes por estas palabras que has oído, por las blasfemias de los criados del rey de Asiria. 7Yo mismo le meteré un espíritu, y cuando oiga cierta noticia, se volverá a su país, y allí lo haré morir a espada>>.
8El copero mayor regresó y encontró al rey de Asiria combatiendo contra Libna*, pues había oído que se había retirado de Laquis 9al recibir la noticia de que Tarjaca, rey de Etiopía, había salido para luchar contra él.
Senaquerib envió de nuevo mensajeros a Ezequías a decirle:
10-Decid a Ezequías, rey de Judá: Que no ten engañe tu Dios, en quien confías, pensando que Jerusalén no caerá en manos del rey de Asiria. 11Tú mismo has oído cómo han tratado los reyes de Asiria a todos los países, exterminándolos, 12¿y tú te vas a librar? ¿Los salvaron a ellos los dioses de los pueblos que destruyeron mis predecesores: Gozán, Jarán, Résef, y los adanitas de Telasar? 13¿Dónde está el rey de Jamat, el rey de Arpad, el rey de Sefarvain, de Hená y de Avá?
14Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó; después subió al templo, la desplegó ante el Señor y oró:
15<<Señor, Dios de Israel,
sentado sobre querubines:
Tú sólo eres el Dios de todos
los reinos del mundo.
Tú hiciste el cielo y la tierra.
16Inclina tu oído,
Señor, y escucha;
abre tus ojos, Señor, y mira.
Escucha el mensaje
que ha enviado Senaquerib
para ultrajar al Dios vivo.
17Es verdad, Señor:
los reyes de Asiria
han asolado todos los países
y su territorio,
18han quemado todos sus dioses
-porque no son dioses,
sino hechura de manos humanas,
leño y piedra-
y los han destruido.
19Ahora, Señor, Dios nuestro,
sálvanos de su mano
para que sepan
todos los reinos del mundo
que tú solo, Señor, eres Dios>>.
20Isaías, hijo de Amós, mandó decir a Ezequías:
-Así dice el Señor, Dios de Israel: <<He oído lo que me pides acerca de Senaquerib, rey de Asiria>>. 21Esta es la palabra que el Señor pronuncia contra él: <<Te desprecia y se burla de ti la doncella, la ciudad de Sión; menea la cabeza a tu espalda la ciudad de Jerusalén.
22¿A quién has ultrajado
e insultado,
contra quién has alzado la voz
y levantado tus ojos a lo alto?
¡Contra el Santo de Israel!
23Por medio de tus mensajeros 
has ultrajado al Señor:
"Con mis numerosos carros
yo he subido
a las cimas de los montes,
a las cumbres del Líbano;
he talado la estatura
de sus cedros
y sus mejores cipreses;
entré en su último reducto,
en la espesura de su bosque.
24Yo alumbré
y bebí aguas extranjeras,
saqué bajo la planta de mis pies
todos los canales de Egipto".
25¿No lo has oído?
Desde antiguo lo decidí,
en tiempos remotos lo preparé
y ahora lo realizo;
por eso tú reduces
sus plazas fuertes
a montones de escombros.
26Sus habitantes
faltos de fuerza,
con la vergüenza de la derrota,
fueron como hierba del campo,
como verde de los prados,
como grama de las azoteas,
agostada antes de crecer.
27Conozco cuando te sientas 
y te levantas,
cuando entras y sales;
28cuando te agitas contra mí
y cuanto te calmas
sube a mis oídos.
Te pondré mi argolla en la nariz
y mi freno en el hocico,
y te llevaré por el camino
por donde viniste.
29Esto te servirá de señal:
Este año comeréis
el grano abandonado;
el año que viene,
lo que brote sin sembrar;
el año tercero sembraréis
y segaréis
plantaréis viñas
y comeréis sus frutos.
30De nuevo
el resto de la casa de Judá
echará raíces por abajo
y dará fruto por arriba;
31pues de Jerusalén 
saldrá un resto,
del monte Sión
los supervivientes.
¡El celo del Señor lo cumplirá!
32Por eso así dice el Señor
acerca del rey de Asiria:
No entrará en esta ciudad,
no disparará contra ella
su flecha,
no se acercará con escudo
ni levantará contra ella
un talud;
33por el camino por donde vino
se volverá,
pero no entrará en esta ciudad
-oráculo del Señor-.
34Yo escudaré a esta ciudad
para salvarla,
por mi honor y el de David,
mi siervo>>.
35Aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres. Por la mañana, al despertar, los encontraron ya cadáveres.
36Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento, se volvió a Nínive y se quedó allí. 37Y un día, mientras estaba postrado en el templo de su dios Nisroc, Aframélec y Saréser lo asesinaron, y escaparon al territorio de Ararat. Su hjo Asaradón le sucedió en el trono.

Explicación.

19 El Templo es precisamente la garantía de la ciudad y de sus habitantes (por ejemplo, Sal 46; 48). El rey acude en actitud penitencial, como dispuesto a rezar un salmo de lamentación.

19,1 Is 37.

19,3 La imagen evoca esa maduración casi biológica de la historia, para el fracaso = dolores infecundos (Is 26,18).

19,4 Motivo de súplica frecuente en los salmos: que el Señor salga por su honor ultrajado (Sal 79,9-12; 74,10.18.22-23). "El Dios vivo" es título polémico en el contexto: diverso de los demás dioses, que son ídolos inertes (Sal 115).

Uno de los oficios del profeta es interceder (Jr 7,16; 11,14; 14,11). El concepto del resto es una pieza típica de la teología de Isaías: el resto es la continuidad del pueblo tras la tragedia, el resto vuelve al Señor (Is 1,9; 6,13; 10,29-21).

19,6 Se supone que Isaías ya ha rezado y ha recibido en respuesta un oráculo de salvación, como indica la fórmula "no te asustes".

19,7 A gran distancia de la patria, en su cuartel general de campaña, el emperador depende continuamente de las noticias que llegan desde el centro y desde la orla del enorme imperio. Y como las noticias tardan muchas veces en llegar, se van haciendo urgentes con el retraso. El "Espíritu" es un sentimiento de pánico o desconcierto, por el cual reacciona sin mesura a la noticia.

19,8 * = Alba.

19,9-28 Suena como segunda versión de la misma embajada, aunque podría ser una segunda más urgente. Se insiste en la escena histórica, con un brevísimo oráculo de Isaías, aquí lo narrativo se encoge, dejando espacio a la súplica del rey y al oráculo del profeta. El pueblo no entra en escena. Las palabras confiar y librar suenan otra vez, sin desarrollo.

19,10 Jr 20,7; 1 Re 22,20-23.

19,14 El gesto de desplegar la carta en el templo significa un dar a conocer al Señor los ultrajes.

19,15-19 La súplica abrevia el esquema clásico. La visión universal abre y cierra la plegaria. Es muy oportuna esta anchura de horizonte en aquel momento en que los hechos y las palabras del enemigo imponen una visión "universal" de la historia. En el escenario del mundo un emperador ha mostrado la impotencia de los ídolos, en el escenario de Jerusalén el Señor mostrará la impotencia de ese emperador. Será el acto culminante del drama, inesperado y sobrecogedor. Como un auto sacramental en vivo: Jerusalén, escenario para el mundo; todos los pueblos, el público.

19,15 "Sentado  sobre querubines", es decir, entronizado como soberano. Referencia al arca. Ex 25,18; Gn 1,1.

19,18 Dt 32,17.

19,19 1 Re 8,60.

19,20 A la súplica del pueblo o del rey suele responder un oráculo sacerdotal o profético: Isaías desempeña aquí dicha función. El oráculo se dirige contra Senaquerib, al estilo de los oráculos contra las naciones.

19,21 La ciudad asediada, doncella no sometida al vasallaje del señor extranjero, puede burlarse del conquistador de pueblos.

19,22 Senaquerib esta vez no ataca a un pueblo más, sino que se atreve sacrílegamente con el Santo.

19,23-24 El discurso recuerda Is 10; sólo que, en vez de pueblos, contempla la naturaleza sometida en sus campañas.

19,25-26 El Señor interrumpe el discurso arrogante (la misma técnica de Is 10) él es el verdadero sujeto de la historia. La planea con tiempo, la ejecuta en su momento; y el hombre es mero ejecutor del plan divino.

En contraste con los árboles centenarios del Líbano, los hombres se convierten en hierba efímera.

19,27-28 Como un domador que vigila todos los movimientos de una fiera y la reduce a la obediencia con un pequeño artificio (véase Job 40,25-32). La palabra hebrea "nariz" significa también cólera, "hocico" puede significar el lenguaje, y "camino" la conducta; es una ambigüedad irónica.

19,29-31 El oráculo de salvación para el rey y su pueblo empalma con el oráculo precedente, o con los versos 6-7. Es anuncio de paz a través del sufrimiento, de restauración, después de disminuir la población. La tierra continuará su ritmo fecundo, y lo mismo el pueblo, como árbol frutal. Jerusalén, último reducto de la resistencia, será nuevo comienzo de vitalidad, por el amor apasionado del Señor (Is 9,6).

Estos versos, originales de Isaías, plantan un sistema de símbolos que crecerán y se desarrollarán en la teología de la esperanza escatológica. Más tarde se podrán leer también ellos como expresión de dicha esperanza.

19,32-34 Tercer oráculo. El asedio no se coronará con el asalto final, con la conquista; en este sentido, la campaña de Senaquerib fue un fracaso, aunque el emperador cobró un fuerte tributo. Jerusalén es la ciudad de David, la ciudad de la presencia de Dios en el templo; éste será su escudo y salvación. Pueden verse: Sal 18,3.31; 33,20; 84, 12; 89,19.

19,35-37 Epílogo narrativo, presentado como cumplimiento de los oráculos precedentes.

19,35 Pudo tratarse de una peste violenta que diezmó el ejército y obligó a la retirada. El hecho está contado recordando la noche de la matanza de los primogénitos (Ex 12). En el paso del Mar Rojo, la mañana descubre los cadáveres (Ex 14,24).

19,36 En la retirada también pudieron influir las noticias de Egipto.

19,37 El narrador considera esta muerte violenta como castigo de Dios. Precisamente es asesinado en el templo de su propio dios, que no es capaz de librarlo. En rigor, Senaquerib murió veinte años más tarde, el 681; y su muerte fue el comienzo de la decadencia de su imperio.